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Los mosquitos son una de las pocas cosas más odiadas que Arjona o Justin Bieber. Pero una cosa es odiarlos porque nos molestan en el parque. Y otra es vivir en regiones tropicales, donde abundan enfermedades como la Malaria, y 250 millones de personas se contagian cada año. La OMS estima que sólo en 2015 murieron 438.000 por esta enfermedad, y la cifra llega casi al millón si le sumamos otras enfermedades como el dengue, zika, chikungunya y la fiebre amarilla. Los mosquitos son la única especie que cada año mata a más humanos (830.000) que los propios humanos (580.000), en guerras y asesinatos. De hecho, matan a más gente que las serpientes, cocodrilos, escorpiones, vinchucas, hipopótamos, perros, leones, tiburones, y los propios humanos, todo sumado.

Claramente son un problema de salud pública, y en la mayoría de los países subtropicales o tropicales se gastan millones de dólares cada año en fumigaciones masivas y campañas de prevención (repitan conmigo: vaciar recipientes de agua que están a la intemperie, instalar mosquiteros y usar repelente). Esta enorme inversión reduce un poco la cantidad total de estos insectos, pero no solucionan el problema de fondo: los mosquitos siguen existiendo, siguen molestando, y siguen matando.

¿Deberíamos eliminarlos totalmente de la faz de la Tierra? 

Suena como la propuesta de ese taxista que si lo dejaran ser presidente, acabaría con la delincuencia y la corrupción en un sólo día. Pero muchos científicos se han planteado esto en serio (lo de los mosquitos digo), y hasta escribieron artículos en revistas serias que repasan las consecuencias que algo así podría acarrear.

Existen cerca de 3500 especies de mosquitos que se alimentan de néctar y frutas, pero sólo las hembras de unas 100 de esas especies, entre las que se encuentra el infame Aedes aegypti, pican a humanos y otros mamíferos para usar proteínas de la sangre en el desarrollo de sus huevos. Lo que es interesante porque reduce un poco la amplitud de la matanza.


En las últimas décadas hemos extinto miles de especies, casi todas fueron por destrucción de hábitats naturales o caza indiscriminada, pero ninguna fue una eliminación intencional. En 2010, la revista Nature consultó a ecologistas y entomólogos de todo el mundo con esta pregunta, y la mayoría argumenta que la extinción de las especies de mosquitos más peligrosas podría no tener muchas consecuencias negativas. Los murciélagos, aves y reptiles que se alimentan de ellos, podrían pasar a alimentarse de alguna otra especie que tome su lugar. Jeffrey Hii, un especialista en Malaria explicó incluso que un genocidio mosquitero tendría un impresionante impacto en el desarrollo de los países africanos, donde se gasta un 1,3% del PBI en la lucha contra esta enfermedad.
Aun si se observara algún desequilibrio ecológico a gran escala, difícilmente sería más grave que la muerte de casi un millón de personas que está sucediendo cada año producto de las enfermedades que los mosquitos transmiten.

Extinguir intencionalmente una especie es una cuestión que acarrea muchos debates filosóficos, ecológicos y hasta políticos, pero también está la inevitable pregunta:

¿Cómo lo hacemos?

Científicos australianos descubrieron en 2009 que se pueden infectar mosquitos Aedes aegypti macho con la bacteria Wolbachia (que no afecta a los humanos), y ésta evita que los huevos de las hembras eclosionen. La fundación de Bill y Melinda Gates empezó a financiar numerosos experimentos que consisten en la liberación masiva de mosquitos con esta bacteria en Brasil, Australia, Colombia, Indonesia y Vietnam, en el marco de su programa internacional Eliminate Dengue. Y en octubre de 2016, anunciaron el lanzamiento de un programa de gran escala en latinoamérica, gracias al financiamiento del Ministerio de Salud de Brasil, que esperan tenga un resultado medible en un plazo de 2 a 3 años.

La empresa británica Oxitec propone dar un paso adelante mediante el desarrollo de un mosquito transgénico (es raro pensar que no hay tomates transgénicos pero sí mosquitos), que al fecundar a las hembras, dan crías que mueren antes de llegar a la madurez. Ya realizaron experimentos locales en Panamá, las Islas Caimán y en Piracicaba (Brasil) entre 2010 y 2015, donde se liberaron millones de estos mosquitos Friendly Aedes transgénicos.

En Piracicaba por ejemplo, se redujeron los casos de dengue de 3487 (en el verano de principios de 2015) a 1676, en el verano de 2016. Que es bastante, pero sigue sin mover mucho la aguja respecto a los 1.390.000 casos que se registraron en Brasil en la primera mitad del año. Y hay que esperar para ver cómo sigue, porque la planta de Oxitec en esta ciudad está liberando unos 10 millones de mosquitos transgénicos por semana.

Asesorados por los directores de El Juego del Miedo, Oxitec muestra a los vecinos que sus mosquitos transgénicos Friendly Aedes OX513A no pican ni transmiten enfermedades.

Estas dos estrategias, dignas de alguna película con Tom Cruise o Daniel Craig, fueron calificadas como "prometedoras" en un boletín de 2016 de la OMS. Todavía están en etapas de experimentación y no se conocen los efectos que podrían tener a gran escala. Sólo es cuestión de esperar buenos resultados, y esperar que no se descubra algún gran fraude multimillonario o un plan para conquistar el mundo.

Lo que nos lleva a otra cuestión. Si todo sale bien en estos experimentos (para nosotros, no para los mosquitos, claro) ¿Se sentarán expertos de varias áreas y países para debatir si conviene exterminarlos? ¿O seguirán adelante sin preguntarle a nadie? ¿Seguiremos dilatando el tema mientras mueren 1 millón de personas por año? ¿Qué es lo peor que puede pasar?


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